CIPRIANO MERA

Un anarquista heterodoxo

Image“La primera le dio dos hijos, una felicidad serena y apacible, y fue su más firme apoyo en su relación con la otra, la que compartió con tantos, esa por la que combatió toda su vida. Su amor por la segunda produjo tantos celos, incomprensiones, resquemores, recelos… Fue tan inconmensurable su relación con ella que hubo de sucumbir a la vorágine de las luchas mezquinas de sus otros amantes. Ambas se vanagloriaron siempre de su fidelidad eterna; una fidelidad que no produjo competencias ni roces, pues las dos fueron sus únicas compañeras y amantes a lo largo de la vida… y la muerte.” Sus nombres fueron Teresa y Anarquía.

 

 

ImageA grandes rasgos, la vida de Cipriano Mera está ligada a la evolución del anarquismo a lo largo del siglo XX en nuestro país, con una actuación destacada en ese punto de inflexión marcado por la guerra social del 36 al 39 que inicia el cambio de curvatura de ascendente a descendente, de la influencia del anarcosindicalismo en el movimiento obrero, independientemente del devenir del resto de las ideologías obreras, hecho que no viene al caso.

Hasta el 36 Cipriano se forjará como militante obrero. Tanto durante la dictadura como durante la república, dará varias veces con sus huesos en la cárcel. Como tantos otros.

Y durante la república ocupará el puesto de presidente del Sindicato de la Construcción de Madrid de la CNT, que alternará con el de simple delegado de obra. Ese hecho, unido a la gran influencia de ese sindicato en el cambio de orientación del movimiento obrero de la capital, al girar por aquel entonces del marxismo al anarcosindicalismo, le harán adquirir cierta notoriedad en los años anteriores a la contienda.

Sin embargo, es durante la guerra cuando Mera adquiere la relevancia que le hará figurar en los libros de historia, siendo asimismo el periodo en que su actuación será más discutible, más heterodoxa, más fuera de las normas anarquistas.

En los primeros momentos Mera actúa como un miliciano más en la toma de los cuarteles de Campamento; y en la de Alcalá y casi toda la provincia de Guadalajara, así como de su capital. Se adherirá inicialmente a la Columna del Rosal y combatirá en la Sierra Norte de Madrid, así como en la de Gredos.

Será asimismo el artífice discretísimo de la detención en Tarancón de los miembros del gobierno, que huye de Madrid a Valencia, en noviembre del 36, cuando las cosas comienzan a ponerse feas. Pero será tras su participación en la defensa de Madrid, y con posterioridad a la muerte de Durruti, cuando se produce en él la gran crisis que le hará apoyar la militarización de las milicias confederales y la conversión del “pueblo en armas” en “ejercito”, ante la impotencia para parar a los militares sublevados.

Discutida y discutible solución esta, que no hay que separar de otras propuestas suyas como la creación de grandes guerrillas a la manera de Makhno para que el enemigo nunca se sienta seguro en su propio territorio, a compaginar con la guerra de posiciones, como única forma de compensar la inferioridad en armamento.

Quisiéramos destacar aquí dos cosas. Primera, que tiene razón Mera cuando afirma que en una contienda bélica es necesaria la obediencia ciega e instantánea al “mando superior” a semejanza del “ejército convencional”. Segunda, que para que esa disciplina se dé nos parece que no es necesaria la conversión de la milicia en ejército; que no es necesario renunciar a la “elección democrática” del mando, para poseer un cuerpo armado “efectivo”. La majnovchina nos proporciona el contraejemplo, y el método a seguir. Allí hubo “disciplina instantánea”, pero no se renunció a la discusión por la milicia, ni a la elección de mandos. Claro que las situaciones no fueron similares.

Pero no vamos a afearle a Mera algo que pudo haber sido de otra forma y no fue. En cualquier caso, la Organización  hizo cosas peores en aquella contienda, y quienes sí tenían preparación intelectual para analizar las cosas y ponerles remedio, prefirieron potenciar y ocupar los cargos ministeriales y políticos interclasistas de la república burguesa.

La “carrera militar” de Mera será meteórica, ascendiendo a Comandante en octubre del 37, asignándosele la jefatura del IV Cuerpo de Ejército del Centro, y a Teniente Coronel en abril del 38, teniendo una intervención destacadísima en las batallas del Jarama y de Guadalajara, y en menor medida en las de Brunete y Teruel, ya que su adscripción al ejército del centro y el desplazamiento de los frentes de lucha a otras regiones le harán permanecer en segundo término, durante grandes periodos.

No obstante, esa  actitud suya promilitarista permitirá cerrar con broche de oro la actuación libertaria en la guerra, con ese IV Cuerpo de Ejercito del Centro comandado por el Teniente Coronel Cipriano Mera, enfrentándose y venciendo a los otros tres Cuerpos de Ejercito, dirigidos por estalinistas, cuando se sublevaron contra el Consejo Nacional de Defensa.

Broche de oro que desmentirá de una vez por todas las boutades de los probolcheviques, pretendiendo ser ellos los únicos combatientes contra Franco, así como los únicos que saben combatir.

Con la derrota, Mera consigue escapar a Argel, y allí deambulará por distintos campos de concentración, hasta que las autoridades francesas de Vichy deciden entregarlo a Franco en el 42, con la condición de conservarle la vida; lo cual no será óbice para que se le condene a muerte. Posteriormente se le conmutará la pena a 30 años en el 44, y se le pondrá en libertad en el 46, por un indulto general.

La última etapa de Mera, la que sucede a su liberación por Franco, no formará quizá parte de los libros de historia general, pero será la que le situará entre los grandes anarcosindicalistas del siglo XX y le ganará los corazones de las futuras generaciones anarquistas.

Mera pasa a Francia en el 47, comandado por el Comité Nacional de la CNT del interior de España, para realizar una gestión sobre la unidad de la CNT del exilio, que está dividida desde el 45. Esa misión secreta dejará de serlo en el momento en que el estalinista Mundo Obrero lo denuncia desde su primera página: “¿Qué ha venido a hacer a Francia Cipriano Mera?” Y el pobre Cipriano se ve obligado consecuentemente a quedarse en el país vecino.

Si pasó a Francia para gestionar la unidad confederal, morirá 28 años más tarde añorándola, y luchando por ella cada minuto de ese tiempo. Pues si bien del 61 al 65 se produce una unidad efímera, las disensiones que promueven el odio entre compañeros, no la permitirán. Mera combatirá a los ortodoxos, que proclaman la vuelta a las esencias anarquistas y viven de los cargos. No porque tuvieran o no razón, que la tenían en lo que pretendían, sino porque los métodos que empleaban estaban en contradicción con la ideología que decían defender. Se opondrá a sus turbios manejos, sus maniobras, y sus devaneos, y los acusará de la utilización de métodos bolcheviques. Pero esos fundamentalistas no admitirán jamás que desde la heterodoxia se les puedan dar lecciones de anarquismo, por eso no dudarán en acusar a Mera de la malversación de unos fondos que jamás han pasado por sus manos. No dudarán en expulsarlo de su organización amada, aquella a la que dedicó toda su vida.

Mera formará parte del organismo Defensa Interior que se creó en el Congreso de Unificación, con la intención de reanudar la lucha contra Franco. Cargo que le llevaría de nuevo a la cárcel, esta vez en Francia en el año 1963, a sus 66 años.

Vivirá de albañil hasta su muerte (“poniendo ladrillos ayudo a construir el mundo”). Desdeñará siempre otras actividades más lucrativas y más “dignas” de un “general” de la república, pues albañil es su oficio, y se siente orgulloso de serlo.

¿Habló alguien alguna vez de orgullo proletario?.

Cipriano no fue un ideólogo. Su cultura, según algunas fuentes, fue más bien escasa, sobre todo en la primera fase de su vida. Inestal nos lo retratará leyendo en todos sus momentos de asueto, tanto en el tajo, como en su hogar, y nos lo presenta “esforzado en la lectura del libro de turno, que no falta nunca en su caja de herramientas” ¡Su “formación académica” consistió en 10 meses de clases nocturnas a las que pudo asistir en 1917!.

Sin embargo, el autodidactismo, como en tantos otros casos, producirá milagros: R. J. Sender nos dibujará al albañil Mera polemizando con Sartre en el entorno del mayo parisino del 68.

La imagen que ha quedado de él es la de un hombre sencillo, de una honradez y una ética imbatibles, y que volcó todas sus energías en la lucha por una sociedad más justa y libertaria.

Los últimos años de su vida, ya jubilado, los pasó en su domicilio de la calle Jean Jaurés, en las afueras de París. Hogar pobrísimo, pero visitado por “multitudes” confederales de “ambos bandos”. Pues aquellos que poseían las patentes libertarias, y que consiguieron expulsarlo de su organización, a la vez que vejarlo, jamás lograron distanciarlo de sus compañeros de exilio y de combate; esos que no olvidaron lo que fueron y por qué. Ni muchísimo menos enemistarlo con aquellas que le sirvieron de apoyo y de sostén, y dieron sentido y norte a su vida, sus dos amantes compañeras: Teresa y la Anarquía.

El treinta aniversario de tu muerte Cipriano es, será, un buen momento para rememorarte, aún a sabiendas de que algunos dirán que eso es oportunismo, y que habrá incluso quien hable de culto a la personalidad… ¡Culto a la personalidad de un anarquista!

Sin embargo, tú sabes que no hacerlo sería como una traición, una traición a tu lucha por la unidad de todos, una traición a la memoria colectiva.

Treinta años no han servido de mucho, bien lo sabes, las disensiones que entonces separaban continúan dividiéndonos hoy día. Ayer los pretextos eran la prioridad de los principios y la de la efectividad de la lucha contra Franco. Hoy lo son la prioridad de los principios y la de la estrategia de la lucha a través o no, de los Comités de Empresa… Lo de ayer sólo fueron bagatelas y excusas, y lo de hoy, nimiedades. Imperdonables ambas, por que lo que en el fondo hay es la creencia de hallarse en la “verdad revelada”. Como Lenin. ¡Y cuánta mala leche!.

¿Y qué podremos decir dentro de otros 30 años? ¿Que los “otros” continúan equivocados?. Para entonces ya muchos de nosotros habremos hecho el tránsito.

Mas esperamos que allí donde te encuentras, en el éter eterno donde no existen clases, podamos finalmente llegar a conocernos. Primer y último encuentro guiado por la parca… “Que tenemos que hablar de tantas cosas compañero del alma…”

LA PRESENCIA DE CIPRIANO MERA

Por fin, el antiguo proyecto ha podido hacerse realidad, y, por sorprendente que pueda parecer, una representación sustancial de las organizaciones que descienden de la histórica Confederación Nacional del Trabajo (Sindicato de la Construcción de Madrid de la CNT-AIT, CGT, Solidaridad Obrera, CNT-Catalunya…) ha logrado ponerse de acuerdo en la necesidad de reeditar las memorias del “viejo”.

Cuando a la persistencia mostrenca en la afirmación de las propias peculiaridades frente al resto, avalada por pequeños repuntes organizativos, vienen a sumarse posibles factores monetarios que juegan a favor de ahondar la vieja división y fomentar los odios, hechos como este solo pueden llenarnos de ilusión y de esperanza.

Más de una lágrima furtiva aflorará en las ajadas mejillas de algún viejo militante con solo ver la lista de los editores de este libro. Y es que era importante, importantísimo, que en la recuperación de las memorias del “viejo”, en ese traerlo de nuevo a la memoria colectiva, estuviésemos todos.

La nueva edición tiene una peculiaridad que la distingue fundamentalmente de la histórica edición de Ruedo Ibérico. Nos referimos al ahondamiento y la profundización en las etapas de la vida de Mera que él no narra. Esa ampliación se ha realizado mediante aportaciones como la de Francisco Olaya en el preámbulo, o en la colección de documentos y transcripciones documentales efectuada a través de los apéndices y anexos que se han añadido al libro.

En cualquier caso, la biografía de Mera está sin realizar. Mientras llega ese día estas memorias suyas con los aportes que se le han realizado, y que las complementan, serán la pieza fundamental de conocimiento sobre su propio pasado, y una pieza importantísima de reflexión para lo libertario.

Recordar desde aquí que el libro de Cipriano, hombre de cultura académica limitadísima, tiene una gran importancia en dos aspectos fundamentales que se plantean al lector más allá de la parafernalia de combates, batallas y minucias “castrenses”.

De un lado, está el desmentido y el contrapunto a la conformación de la historia sobre la base de “la documentación” generada por las diversas propagandas efectuadas desde los diferentes aparatos oficiales, y que sirvieron posteriormente a los distintos vencedores para amoldar “la historia” a sus particulares intereses. Nos estamos refiriendo, como puede suponerse, tanto al fascismo como al marxismo-leninismo, vencedor uno de una guerra en España, y el otro, de una guerra en el mundo. En ese aspecto, la memoria de Mera no solo es importantísima, sino también imprescindible, para poner ciertas cosas en su sitio.

Otro aspecto fundamental y más importante aún que el anterior es el de la reflexión revolucionaria, consecuencia del análisis -que puede compartirse o no-, que Mera hace de la militarización en aquellos momentos. Pero cuestión ésta de la autodefensa y sus formas con las que toda revolución pasada o futura termina por encontrarse.

Ese aspecto, el marxismo lo tiene solucionado desde hace mucho tiempo, bajo el nombre de “ejército rojo”. Y algunos anarquistas pensarán seguramente que ellos también lo tienen bien resuelto, bajo el epígrafe de “el pueblo en armas”.

Mas si eso del ejercito rojo es bien nítido, ya que no consiste más que en cambiar de uniforme y de jefes, reciclando lo que haya que reciclar, lo otro, lo del pueblo en armas, no está tan claro de qué forma llega a concretizarse. No estuvo claro entonces, ni muchísimo menos estaría claro hoy con la debilidad ideológica derivada de la división en distintas estrategias y banderías sindicales.

Desde luego que Mera no nos va a facilitar la receta que nos sirva en el futuro. Él narra sus vivencias y los hechos que le obligaron a tomar la decisión que tomó. Es el lector avisado el que tiene que saber trascender lo que aquello tuvo de circunstancial y repensar no solo ese pasado, sino adivinar los posibles futuros y extrapolar sus propias soluciones.

Solamente así Mera puede servirnos. Solamente así podremos evitar que en futuras situaciones el principal factor de derrota del anarquismo, o los anarquismos, venga otra vez desde sus propias filas. Que no otra cosa fue el creer que crear y desarrollar unas nuevas estructuras de coordinación social y autodefensa revolucionaria, aboliendo los entes de clase e interclasistas de la dominación burguesa, pudiera ser eso que alguien ‑supuestamente desde el propio anarquismo, y de cuyo nombre no queremos acordarnos- denominó “dictadura anarquista”.

Mera no cometió errores, pues los errores, se cometieron antes, y los cometieron otros. Mera actuó como tenía que actuar en aquellos momentos para evitar la catástrofe total dentro del campo libertario.

Pero desgraciadamente Mera,  y tantos otros como Mera, tuvieron que luchar no únicamente contra el fascismo en el campo de batalla, o contra el autoritarismo marxista-leninista dentro del campo republicano. También tuvieron que luchar contra la burocratización y el autoritarismo dentro del propio campo libertario, no solo durante la contienda, sino también después, durante la larga noche.

Y eso a Mera, y a tantos otros, les valió la expulsión, la vejación y el escarnio. Expulsiones que se hacían en nombre de las purezas anarquistas. Pero en su ceguera, aquellos que expulsaban no veían que de esa forma mataban a la propia CNT. Y si lo vieron no parece que les importase mucho.

Desde entonces a acá, mucho es lo que ha llovido. Como consecuencia, aquellos polvos se convirtieron en los lodos en que ahora chapoteamos. Hora va siendo que desde el fondo del campo libertario comiencen a surgir voces que digan ¡basta ya!, pues solamente haciendo realidad el viejo sueño unitario de Mera, y de todos los “Meras”, la CNT podría volver a resurgir de sus propias cenizas.

Que este libro del viejo y querido compañero nos ayude a encontrar el camino.

CARACTERÍSTICAS

Cipriano Mera, “Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista” 480 pags.  15 x 21 cm., con dos bloques de fotografías, anexos y apéndices inéditos. Ed. Marzo de 2006.

ISBN-13:978-84-611-0106-1

PVP 12 €. Afiliadas y afiliados 6 €.

El libro se puede adquirir en los locales del sindicato.

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