TERCER FINALISTA: JUAN LORENZO COLLADO GÓMEZ

AGENDA
Subió al metro con las primeras luces del día y encendió el teléfono móvil. Inmediatamente consultó
la agenda: citas, reuniones, trabajos pendientes, informes por concluir…
Se sintió ahogado, la sensación de cada mañana. Volvió a pensar que tenía que trabajar menos, que su
prestigio de abogado o el dinero no ocuparan cada momento de su vida, pero la lista de cosas por hacer se la mostraba su fiel amigo de los últimos años, quizá el único que le quedaba: Su teléfono móvil.
Unas palabras de una discusión llamaron su atención. Hubo algún empujón y en lugar de poner
correctamente el móvil en el bolsillo, cayó al suelo sin que se diera cuenta.
Cuando salió de la estación buscó su teléfono, que viajaba en el vagón quién sabía por qué estación y
que consideró que no volvería a ver nunca.
No recordaba teléfonos, citas, nombres, nada de lo que tenía que hacer esa mañana. Hasta se confundió
de camino para llegar al trabajo.
Se sentó en la terraza de un bar a tomar café, después estuvo mucho tiempo mirando la actuación de
un grupo de música callejero, compro pan y lo echó a las palomas y se quedó durmiendo en un banco del parque. Entro en un bar y comió con tranquilidad un menú que acabo con un helado. Se perdió caminando durante horas por la ciudad y hasta mantuvo una conversación con un mimo que actuaba en una esquina.
Encontró un acceso al metro cuando anochecía y decidió volver a su casa, pensando que quería que
todos los días fueran de esa manera.
Sin su teléfono, tuvo que revisar todas las líneas de metro para regresar a su hogar y mientras entraba
en el portal decidió que no compraría otro móvil.
Abrió el buzón del correo y allí, alguna buena persona que había sabido desbloquearlo, había dejado
su teléfono.
No había amanecido cuando subió al metro y encendió, sin poder evitarlo, su teléfono móvil, que le
mostraba una agenta agotadora para ese día.

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