Este 8M salimos a las calles de nuevo, en recuerdo de aquellas mujeres asesinadas en la fábrica de camisas en 1908 por reivindicar mejoras laborales. Salimos a las calles porque somos conscientes de que desde entonces poco ha cambiado.

Las cifras oficiales hablan de 1044 mujeres asesinadas desde 2003, pero lo que no cuentan es más significativo.

No cuentan como los mass media rivalizan en morbo sin respeto alguno por víctimas y familiares; no cuentan cómo se trata a quien denuncia; no cuentan cómo la sociedad ha llegado a naturalizar la violencia machista que es cuestionada colocando a la víctima en el papel de victimaria, inventando cifras y estereotipos que relacionan los delitos con fobias racistas y xenófobas.

No cuentan que cada día la precariedad laboral, la temporalidad, el paro, la triple jornada, las enfermedades laborales, la exigua jubilación, la soledad… se ceban especialmente con las mujeres.

No cuentan como cada día llegan al Mediterráneo convertido en una fosa común, madres con bebés en los brazos o embarazadas, que han sufrido un viaje de infierno durante el que han pasado todo tipo de vejaciones y agresiones por alcanzar un lugar que a sus hijas e hijos les tacha de MENAS y les pre juzga por delitos no cometidos.

No hablan las cifras del sexismo y el racismo, del fascismo imperante en una sociedad que ha llegado a cuestionar el delito de feminicidio desde los asientos del Congreso.

Lo que sí cuentan las cifras es si hay más o menos mujeres que alcanzan el techo de cristal, pero no que lo consiguen gracias a mujeres que nos encontramos en el suelo de barro, cuidando de sus hijos y de sus casas. En ese suelo de barro en el que tratamos de generar espacios comunes frente a la gentrificación y a la carestía de la vida, a la dificultad de encontrarnos que las instituciones nos imponen, pero aun así lo intentamos. Intentamos aunar nuestras vidas con otras compañeras diversas, con las compañeras trans, con quienes viven su sexualidad de forma diferente, con quienes nos sentimos profundamente unidas.

Toda la estructura oficial apoyada en un léxico sexista, en la publicidad que hace de nuestros cuerpos un territorio de guerra y conquista, se apoya en el trabajo doméstico no remunerado ni valorado, que invisibiliza a quienes permiten el sostenimiento del patriarcado-capitalismo. La dualidad que desequilibra todo en favor de los opresores alimentando así la violencia contra la mujer de muy diversas formas, en la vida pública y privada.

En España donde seguimos alimentando el contador, en Argentina donde se pelea por el derecho al aborto, en Chile, donde han desaparecido, violado y asesinado a mujeres durante las protestas, en Colombia donde matan mujeres como Berta Cáceres, que no se cansaron de gritar contra la opresión, en México, donde hay 4 mujeres asesinadas al día y las que mueren en la frontera tratando de eludir el muro contra la pobreza, en Huelva donde las temporeras afrontan todo tipo de agresiones y trabajo esclavo, en África y Oriente Próximo de donde huyen con sus familias para encontrarse con el muro de una Europa xenófoba y racista.

Pero en todos estos lugares hay mujeres que se levantan y alzan la voz como nosotras ahora y nos sentimos hermanas con ellas en la lucha por la emancipación, la justicia y contra el patriarcado. No será este 8M sino todos los 8M y los días siguientes y anteriores cuando nos encontremos en estas reivindicaciones. Es en nuestra cotidianidad donde se dirime el espacio de lucha contra el machismo simbólico, del lenguaje como arma de supremacía masculina y la discriminación en los tajos.

La lucha feminista ha sacudido el tablero político y ha sacado al ámbito público lo que habían relegado al doméstico, no volverán a encerrarnos en nuestros domicilios, saldremos una y mil veces a las calles a gritar que si nosotras paramos se para el mundo y que el tiempo es nuestro.

8 DE MARZO DÍA DE LUCHA CONTRA EL CAPITALISMO Y EL PATRIARCADO

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