X Certamen de Relato Breve:

Raimundo Alonso 2012

Un metro de 350 palabras…”


PRIMER FINALISTA Y GANADOR DEL X CERTAMEN

“Cruda realidad” de Sol Gómez Arteaga.

CRUDA REALIDAD

“Permanecía sentado sobre su manta en un rincón de la estación de Atocha, el tetrabrik de vino al lado, cuando los vio aparecer: Una docena de robocop persiguiendo a unos cuantos hombres que huían aterrados. Se acurrucó sobre sí mismo, metió la cabeza entre las piernas y se tapó los oídos con las manos, pero siguió escuchando dentro de sí los gritos salvajes, las voces atemorizadas, los golpes sordos, los lamentos. Estuvo mucho tiempo hecho un ovillo, hasta que poco a poco se hizo el silencio. Cuando levantó la vista todo había vuelto a la normalidad. Hacía meses que no tenía una de esas crisis que a veces le daban y que le hacían oír siniestros sonidos dentro de su cabeza. En el albergue le habían dicho que eso le pasaba por beber, y que debería dejarlo. Pero hacía casi un año que no pisaba el albergue, mientras su dosis de alcohol crecía día a día a pasos agigantados. “Para entonar el cuerpo en las noches de frío”, se engañaba a veces. Puta bebida. Con rabia arrojó el tetrabrik fuera de sí y salió a la calle. Tras recostarse en el banco que últimamente le servía de lecho y taparse por entero con la manta, se fue quedando dormido.

Cuando despertó se frotó las piernas entumecidas y recordó vagamente su delirio. Pero el deseo de un trago de vino era más fuerte que el temor a una nueva alucinación. Iría a buscarlo a la tienda de chinos. Al pasar por el kiosco de prensa le llamaron poderosamente la atención los titulares: “Rodea el Congreso”, “Manifestación multitudinaria”, “Represión policial en Atocha”. Se dio cuenta de que lo de anoche había ocurrido de verdad y se alegró: era una señal de que no estaba tan mal como creía. Pero tras unos instantes de reflexión tomó conciencia de la cruda realidad del país. No siempre había sido un excluido, un sin techo y un borracho, como la mayoría de la sociedad le etiquetaba, y este era un momento de lucha. Girándose sobre sí mismo con determinación se dirigió a Neptuno.”

SEGUNDO FINALISTA

“Una relación a todo tren” de Juan Bosch Miró.

UNA RELACIÓN A TODO TREN

“Ahora, mientras el segurata me lleva a declarar, lo único que guardo en la retina es la cara de terror de la maquinista al recibir el impacto.

En el Metro había empezado a intimar con ella y en el Metro tenía que acabar con ella.

No es que viva instalado en el capricho, sino que vivo en El Capricho, en mayúsculas, y trabajo en la Casa de Campo. Tomo el metro en esa estación.

Aunque son unas 30 estaciones, 30, prefiero ir cómodamente sentado en la línea 5, sin hacer transbordos.

Mi error fue permitir que, desde el primer día, me acompañara en mis desplazamientos al trabajo y en mi vuelta a casa.

No es que nuestras relaciones fueran mal. Al contrario, era, cada vez, más ”intimas y gratificantes”. Con ella jugaba. Le hacía fotos a todas horas. Me gustaba su tacto. Su mirada, siempre requiriendo mi atención. Era como zozobrar en un inmenso océano.

Yo había perdido el mundo de vista. Sólo tenía ojos para ella. En definitiva, se había ido convirtiendo en una obsesión. Mi único oasis de calma lo encontraba en el trabajo, aunque no podía dejar de pensar en ella. Ni en casa, ni en los mejores momentos de asueto, ni, por supuesto, en mis ratos en el Metro, cuando la tenía junto a mí. Todo el mundo se percataba de nuestro apasionamiento. Y nos miraba con envidia.

Por eso, esta mañana, preso del estado de enajenación al que me había llevado, decidí acabar con ella.

Salimos de casa como de costumbre, pero bajamos corriendo las escaleras de la estación. No podía aguantar más.

Al llegar al andén, se nos escapó uno. La besé impulsivamente. No sé si ella tuvo la premonición de que ese beso podía ser el último. La gente, lejos de apartar la vista, nos miraba extrañada.

Por fin llegó el siguiente convoy. Cuando entró, la arrojé contra la máquina.

Nunca olvidaré la cara de la pobre maquinista cuando su cuerpo estalló contra el tren.

Al fin me había deshecho de la Tablet.”

TERCER FINALISTA

“La misma saña” de Manuel Fernández Suárez.

LA MISMA SAÑA

“Ocurrió de improviso. No dio tiempo a nada, no teníamos escapatoria. Veníamos tan tranquilos de la concentración ante el Congreso, charlando, riendo y de vez en cuando seguíamos coreando aquello de “que no, que no, que no nos representan”, y de repente en el metro ¡dentro de la estación! nos quedamos indefensos ante los madelman de casco y chaleco que como fieras descargaron sus porras contra nosotros.

Fueron décimas de segundo, sin saber por qué, de rodillas en la escalera, mientras la porra bajaba como una exhalación, mil cosas pasaron por mi mente, como un resumen sobre acelerado de mi vida, cosas que no recordaba que hubiesen sucedido, de mi infancia y adolescencia, amigos y amigas, familiares desaparecidos…

Después todo en blanco. Sábanas blancas, paredes blancas, luces blancas, batas blancas, semanas y semanas en blanco.

Dicen que he tenido suerte que recuperaré el habla y la movilidad, que tengo que esforzarme y superar esta desolación fría que ocupa mi cuerpo y mente.

Dicen que he tenido mucha suerte, que el juez archivó mi causa por resistencia grave a la autoridad y que ya no me condenarán a pena de cárcel como a los demás.

Dicen que he tenido mucha suerte, que he caído de pie al poder estar ingresado en un lugar tan especializado como este…

Han pasado tres meses y las cosas han cambiado. Ya puedo hablar, bajito pero puedo hacerlo: ¡No al cierre!, ¡no al cierre!… Estoy aterrorizado, acaban de salir de sus furgones los madelman de casco y chaleco y están desplegándose entre nosotros y las puertas del hospital nacional de parapléjicos. El Gobierno ha decretado el cierre en esta nueva tanda de recortes y todos estamos en la calle. Sólo somos un centenar de enfermos, médicos, familiares y algunos solidarios, pocos.

Nuestras sillas y aparatos nos impiden retroceder como quieren que hagamos los madelman odiados. Parece que van a cargar, como la otra vez, parecen incluso los mismos, con la misma saña…”

CUARTO FINALISTA

“Breve encuentro 2012” de José Raúl Zamora Villena.

Breve encuentro 2012

“Madre mía. Que no me vea, que no me vea. Joder, está hecha un adefesio. Dicen que es normal que los parados acaben engordando, pero esto es exagerado. Santo Dios. Qué mal. Tengo un agujero negro en el estómago, lo noto. Debí coger el coche, no ver a nadie. Cinco paradas para Bilbao. Mírala, con su paraguas rojo del Santander y ese pelo de estropajo. Puaj. Es curioso la rapidez con la que algunas mujeres pasan de tener un polvazo a dar pena. Qué cabrón soy. Algo se está pudriendo en mi estómago. ¿Me habrá visto? Mirarme no me mira. Mejor así. Tampoco tengo que avergonzarme de nada, la verdad. Tomé una decisión racional, previsión de pérdidas dijeron desde arriba, pues bien, antes sacrificar un puesto que sacrificar diez. Mejor así. Le tocó a ella como le podía haber tocado a otro. Se quedó fuera. Nosotros nos quedamos dentro. Fin. Nada personal. Hay un bicho muriéndose en mi estómago pero no duele. Y tampoco te vayas a creer que es tan bonito: cuarenta horas semanales, más el transporte. Cincuenta putas horas de curro y gracias. Porque la cosa está muy mala. Y lo de dentro es una cárcel, pero bien. Mejor así. Mi estómago es la jaula de una rata moribunda que se defiende. Y no, no, tan de puta madre no es. Si nos quedamos es por el dinero, sin duda. Es el dinero, idiota. Estoy dentro, no me quejo. Mejor así. ¿Estar fuera? Algunas veces he soñado con estar fuera, tener tiempo libre, pensar, dedicarme a mi familia. Terminaría aburriéndome, seguro. Y la pasta. Mejor así. Llevo 15 años dentro, sin fantasías. No siento nada en el estómago. Me bajo, me bajo en la próxima. Pobrecilla, de vagón en vagón, qué mierda, qué injusto; que no me vea. Perdón, yo no quería. No es nada personal. Es el dinero, idiota. Debimos haber calculado de otro modo. Debimos tener más cuidado. Yo no quería coger el metro. Tengo coche, joder.

Uf, no es ella, no es ella.

Menos mal.

No se puede mendigar en el metro, señora.

Mejor así.”

QUINTO FINALISTA

“Dejemos los besos…” de Javier Gimeno Fernández.

Dejemos los besos…

“El primer tren del día lo que tiene son muchos asientos vacíos, ella se sienta en uno de ellos y sube las piernas al contiguo. En la ida no consiguió sitio por lo que permaneció en pie durante todo el largo trayecto, se acordó de sus tacones.

Como todas las mañanas que vuelve a casa encuentra tiempo para su única afición, la lectura. Saca del repleto bolso un libro con hojas amarillentas y aspira el olor, eso no se puede apreciar en los libros electrónicos, los aborrece. Es una mujer de costumbres, en su regazo abre el libro, contempla la fotografía de él, la cual utiliza como marcapáginas y sonríe, es el mejor momento de la madrugada. Comienza a navegar entre palabras, cuando sus ojos entremezclan los renglones decide cerrar un poquito los párpados, no se dormirá. Sabe que cuando se vuelvan a abrir las puertas en la siguiente estación un grupo de chicas comenzará a hablar a un volumen alto, parecerán gritar, como todos los días. No fallan, y no la dejan echar una cabezada. Se bajarán en su misma parada, ella pensará en él. Pese a haber estado toda la noche trabajando, lo primero que hará al llegar a casa será despertarle con besos, desayunarán juntos y cuando su amor se haya ido se pondrá el pijama y se meterá en la cama. Tiene que aprovechar el poco tiempo para disfrutar de su compañía.

Con el traqueteo parece que las voces se callan, el calor del primer vagón la mece, su respiración se hace más profunda. Cuando el libro cae, el sonoro golpe la despierta, no sabe bien donde se encuentra, recoge el libro del suelo y busca la fotografía de su hijo. No la encuentra, se pone nerviosa, es demasiado importante para ella. Un hombre con una copa -por lo menos – de licor a modo de desayuno se la entrega con una amplia sonrisa pícara, con aire seductor. Tal vez la conozca pero su jornada ha acabado, aunque tiene más pinta de ser cliente de las africanas que no dejan de hablar sonoramente.”

MENCIÓN ESPECIAL

“Carta a punto del récord de los 10.000 m” de Sagra Correas Amador

Carta a punto del récord de los diez mil metros.-

“Siete de la tarde. Metro de Aluche. Me encanta esta estación en otoño: está al aire libre. Y eso puede tener consecuencias felices. Porque hoy ha llovido. Y hay cerca tierra limpia. Y si huele a tierra limpia mojada, huele a ti. Y tu ausencia empieza a contar de nuevo sólo a partir de ese momento.

Siete de la tarde y es Noviembre: en el cielo azul muy marino, miríadas de estrellas después de las nubes. Me transportan de vuelta a un lugar, por otro lado muy distinto. En Addis-Abeba, en una noche clara, se ven además Mercurio, Venus, Marte muy rojo, Júpiter, Saturno y la Vía Láctea. Y estoy allí, caminando rauda por las dunas hacia el consultorio más próximo: no hay peligro, soy blanca y eso aquí abre muchas puertas. Para empezar, abre el grifo de la ducha…después de un día eterno a cincuenta grados atendiendo a niños rotos de hambre, yo mereceré sobre mi cuerpo el agua calmante y tibia que no conseguirán recibir sus madres sobre los suyos…

Pííííiii El retraso del metro en día de huelga…es al final tan insignificante comparado con esta hecatombe actual y cotidiana, que hay quien llama cambio de era…que antes de que pueda volver a preguntarme por qué nunca ofrecí mi ducha a cualquiera de aquellas mujeres o por qué yo no hago huelga este jueves… el vagón abre su boca, me ensaliva, me engulle… y me salva…entonces sólo quiero que, como previsto, él me lleve hasta tu cama y descarrile lanzándome a tu pecho ¡y me estrelle contra ti en un coito irremediable, ineludible, apasionado y tierno….¡

O quizá no quiero eso. Y en Ópera consigo deshacerme del abrazo del olvido. Y salgo a asfalto firme. ¡Descontadme el sueldo del día de huelga, devolved al desierto el agua de mil duchas no disfrutadas¡¡….en una palabra, dejadme seguir Viva, aunque al final del viaje, sobrepasada la frontera de los diez mil metros recorridos, a much@s os parezca una loca sin motivos.”

 

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